NY, B.Aires, París, Madrid 11-XI-07
El dramaturgo Fernando Arrabal en “El rey del tango” de Nueva York hace una semana. Foto Benjamin Ivry.
Arrabal: “El Rey, su familia y la mía.”
Diálogo con el rey: En “otro” acto cuasi oficial, por la fuerza de la gravedad, me tocó cenar a su derecha.
-¿Sabe usted [sorprendentemente el rey nunca me tutea] que Lilibeth hace años me tachó de ‘español anarquizante’[™]?
- La verdad, señor: no sé quién es Lilibeth
- Mi prima.
- No sabía que el señor tuviera una prima llamada Lilibeth.
- Mi prima, Lilibeth, es la Reina de Inglaterra[™]. Fue ella la que me espetó que soy un ‘español anarquizante’ cuando le aconsejé que pagara impuestos como todos los ingleses.
- ¿No tiene con qué abonarlos?
- ¡De sobra! No quería pagarlos, entonces, por otra razón. Según ella, la dignidad de la realeza debía impedir al monarca pagar impuestos.
- “Entonces” me dice, señor, ¿cambió ella de opinión?
- La última vez que nos vimos reconoció: “lo comprendiste antes que nadie: tengo que pagar impuestos”.
- Es posible que disponga, señor, del don de intuición. De ser cierto lo podría comprobar leyéndole las líneas de la mano.
- ¿Lee usted el porvenir?
- El porvenir es imposible. Pero las líneas de nuestra mano (o de nuestro pie, o del agujero del ano) muestran, obviamente, el estado actual de nuestras facultades.
En efecto, al leerle las líneas de su mano izquierda (puesto que el rey no es zurdo) observé que (entonces) tenía una línea de intuición que le atravesaba la mano, cortando caminos al curso del instinto.
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El Príncipe y Julito: Iniciadores del segundo lazo entre nuestras dos familias, tan incomprensible como constante; incluso con nuestros pajes de alborada. Mi sobrino Julito[***], hijo de mi hermano Julio, creo que fue el mejor amigo del Príncipe de Asturias hasta su trágica muerte. Por ello Felipe se recoge en casa de mi hermano el día del aniversario de la desaparición de mi sobrino. Se conocieron, como cadetes, de rama en rama, en la Academia Militar de San Javier. Mi hermano, por su parte, había sido compañero del rey en la misma Academia Militar de Aviación., cuando en el valle las cenizas se renovaron pero la tormenta seguía yendo de casa en casa.
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Primer encuentro: El rey y yo nos encontramos de sopetón precisamente en un modesto patio de palomas, de hiedras metafóricas y de columpios en las higueras. En aquel recinto del cuartel de San Javier (Academia Militar del Aire) un grupito de cadetes formaban, marciales, para el acto “más solemne de sus vidas” con el corazón abarrotado. Y entre ellos el Príncipe y mi sobrino Julito esperaban su trofeo de nuevos tenientes para una historia en espiral. Al rey le habían instalado una tribuna de juguete que parecía, desde donde yo estaba, de cartón remedando hojarascas de paralelepípedos y banderines de calcomanía. El acto concluyó con un rito de fotonovela y West-Point que extrañó en aquel aldeano y enternecedor escenario: los cadetes, felices, lanzaron sus gorras al aire. Antes, y para concluir el acto de forma oficial, el rey hubo de repartir los despachos de teniente. Bajó de su tribunita y se dirigió, derechamente, al grupito, ante un montón de silencios. Pero cuando estaba a dos metros de los cadetes de pronto modificó su rumbo. Ante el estupor de todos y alarma de su escolta dio un giro de 90° y cambió de destino para dirigirse al clan de invitados. Avanzó resueltamente hacia nosotros. Se paró a medio metro de mí. Me miró a los ojos sin expresión ninguna en los suyos, fareros. Yo le miré también, aunque asombrado. Al cabo de diez segundos el rey dio una vuelta de 180° y se dirigió, para repartirles sus despachos, a los cadetes … “tan altos como la luna”.
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Los Borbones y los Arrabales: Dos familias que podemos intrigar o incluso fascinar por nuestras paralelas proyecciones: cada uno ve al otro como quisiera que fuera. En torno a nosotros en el país la violencia tiene un carácter mimético, como la ingestión de ruedas de molino. El conflicto entre tirios y troyanos surge como eco al eterno: “María Cristina nos quiere gobernar”. Yo, con el ensueño de la ilusión, propongo que siempre se prefiera a todo y a todos la santidad pagana, civil. Renunciando a la violencia, a la venganza y a sus ceremonias y represalias. Sin rayos de frío.
[Otra vez me referiré a algunas de la curiosas peripecias de esta relación.]
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Jaculatorias (eyaculaciones, del latín ‘jaculari’):
Si el Rey fuera ‘el hombre invisible’ ¿cómo presidiría las Cortes?
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Si el Rey fuera ‘el abominable hombre de las nieves’ ¿habría que incinerarle al morir?
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Una Reina atea, para volverse católica atea, ¿debe bautizarse?
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Se distingue al Rey negro del Rey blanco ¿ por el tamaño del ombligo?
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El Rey no puede cazar osos con palillos ¿sin ayuda de su escolta blindada?
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Cuando el Rey se vuelva rico ¿hará sus aguas mayores en Mónaco?
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La Reina es tan profesional ¿que en la cuevas del Drach[***] llora estalactitas?
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Los príncipes son tan pobres ¿que la fiebre les sirve de radiador?
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Al Rey no le faltará nada ¿cuando carezca de ganas?
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La genética ¿ha demostrado que el Rey desciende de Blanca Nieves?
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Otro arrabalesco: “Los Reyes Magos ¿creen en Dios? y los Reyes del Tango ¿en Arrabal?”
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