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Arrabal y dos caballos de ajedrez. Foto: Lis.

16 de marzo de 2009

Arrabal: Carta abierta a los ajedrecistas.


Esta carta no es otro “j’accuse” como el de Zola. Pues no recuerdo ninguna conversación con (entre otros) Marcel Duchamp, Dalí, Ionesco, Tristan Tzara, Man Ray, Jorge Luis Borges o Samuel Beckett u, hoy, con Kundera o Milos Forman, sin escalar luceros rememorando lances del tablero con sus enigmas y hermosuras. Desgraciadamente la historia de la infamia en el ajedrez cuenta con demasiadas estaciones; como éstas:
Morphy fue un justo acosado por la iniquidad y la barbarie de los Salieris del ajedrez. El mejor jugador de su época sufrió tal traumatismo por no poder jugar contra Staunton que, antes de volverse loco de frustración, desafió a “cualquiera dándole un peón y las blancas”, y a “sus perseguidores” enarbolando “el pendón de Castilla en las murallas de Nueva Orleáns”.
Capablanca fue un justo acosado por la iniquidad y la barbarie de los Salieris del ajedrez. Le impidieron reconquistar su título. Su rival sólo puso en juego el campeonato del mundo cuatro veces en una veintena de años y ante dos rivales a su alcance, Euwe y Bogoljubov.
Keres fue un justo acosado por la iniquidad y la barbarie de los Salieris del ajedrez. Nunca pudo imponer ni su talento ni su pasado a unos mandamasas que preferían coronar de laurel a sus agentes.
Bronstein fue un justo acosado por la iniquidad y la barbarie de los Salieris del ajedrez. Por cargar el mismo apellido que Trotsky le obligaron en 1951 a dejar escapar el titulo de campeón del mundo tras su triunfo en Saltsjöbaden.
Fischer fue un justo acosado por la iniquidad y la barbarie de los Salieris del ajedrez. El genio judío sólo a los veintinueve años pudo llegar a campeón del mundo cuando desde los diez y ocho era el mejor. Primero le robaron el título; luego los desafueros y las calumnias se abatieron sobre él hasta que su cerebro estallara.
Shírov fue un justo acosado por la iniquidad y la barbarie de los Salieris del ajedrez. Después de ganar el torneo de candidatos le cerraron el paso del campeonato del mundo. El titular eligió medirse con el jugador machacado por Shírov. Este saqueo se conoce por “el atraco de Cazorla”.
Kamsky, es, precisamente en este momento, un justo acosado por la iniquidad y la barbarie de los Salieris del ajedrez. Aplastó a Krámnik, venció a Anand en su propia sede de Sanghi Nagar y acaba de ganar la Copa del Mundo. Se le calumnió (como a su padre: uno de los seres más altruistas que conozco) hasta conducirle a abandonar el ajedrez durante cerca de un decenio. Hoy, boicoteando su retorno triunfal, los responsables le remiten cartas infames; la última hace unos días.
No saben que el ajedrez es el esperanto de poetas, estos Salieris. Pero es muy fácil reconocerles por sus arterias de sanguijuela, su esqueleto de rompehuesos y sus ojos de cuervo.
El ajedrez me permitió la satisfacción de convencer a Jean-Pierre Hallais, Christian Mercier e Immopar, en 1990, de que patrocinaran el torneo mejor dotado de su tiempo. También me permitió la satisfacción de conseguir que a Lautier y Kamsky, desguarecidos, les ofrecieran los 500.000$, (cada uno), que merecían. También me permitió la satisfacción de proponer que los jóvenes genios, como Carlsen, no tengan que esperar encajonados por valladares de otro siglo. También me permitió la satisfacción, en junio de 1983, de recibir una respuesta inmediata y manuscrita del presidente Mitterrand a mi solicitud de la legión de honor para Spassky; gracias a Luis Rentero yo acababa de asistir a su victoria en Linares. También me permitió la satisfacción de celebrar el talento de los artistas del ajedrez (o el valor de los perseguidos como Gulko o Korchnói) desde las páginas del NYTimes hasta las de El Mundo pasando por las de L’Express, El País, ABC o Libération. Pero el ajedrez merecería que no le escatimara mi tiempo como desgraciadamente hago. También me permitió la satisfacción, hace medio siglo, durante mi primer viaje a Estados Unidos, de asistir a todas las partidas de Fischer durante el campeonato americano que obviamente volvió a ganar. “Chess Life” publicó un reportaje fotográfico en el que figuraba un anónimo y desconocido: yo. El mensual me honró alzándome a la categoría de “fan”.
El Salieri es hoy un responsable cuyos desmanes han sido publicados en el mundo entero.
Depende de todos nosotros que no se consuma la inmolación de Kamsky el año mismo de la muerte de Fischer.
Sinceramente, www.arrabal.org