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Arrabal agradeciendo las ovaciones al final del estreno de su musical. Foto: Lis.

6 de abril de 2009 (613)

Arrabal: “A Grande Revista do SéculoXX”


Barreiro “sur” Broadway: Cojan un avión, o un tren, o un coche, o un patín, o un caballo y vayan a Lisboa para ver el musical “A Grande Revista do SéculoXX”. No se lo pierdan, queridísimos lectores. Un elenco formado por veintiún actores portugueses que canta y baila recuperando todo lo que parecía irrecuperable. Una noche de susto y de gusto recuperando la gracia de la desgracia. Un espectáculo que recupera la mejor música del siglo XX para que suene a sinfonía infernal y celestial de Gustavo Teixeira. Una obra que recupera lo mejor de la existencia en Broadway para transformarlo en la esencia del teatro. Un vestuario que recupera los ídolos de los tebeos para travestirlos en ángeles exterminadores. Un ritmo que recupera el compás de la Gran Manzana para alzarlo a happening pánico. Una “encenaçâo” de Ruy Quintas que con sus veintiún intérpretes y veinte colaboradores, recuperándolo todo, no busca, encuentra. Nada sobra en este día de la gran recuperación en que todo basta. El grupo encontró el cómo, el por qué y el cuándo. No se pelea por unos medios posibles porque sabe realzar lo imposible. No quiere ni más ni menos que lo que está a su alcance. Las máscaras son harapos. Los trajes, retales deshilachados. Allá, vive allí. Lo que significa, simboliza. Banderas de servilletas, juguetes de verdad y verdades de juguete. Las Valkirias y Einstein, Eva Braun y la Virgen, el Titanic y Freud. Y al grito de “A matar, a matar” vemos los asesinatos de Kennedy, García Lorca, Gandhi, el Che, Mussolini, Lumumba, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Jaurès o Martin Luther King. Vayan y vean a María Satanás en la luna mientras el hombre llega a ella.
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Ceremonia pánica de la recuperación: También, (como la “A grande revista”) la celebra con naturalidad en NY la desterrada y cuasi centenaria, Louise Bourgeois. Entre tazas descascarilladas, sillas tambaleantes y pasillos atiborrados de cochambre y prodigios. Como los de los beatnicks, Ginsberg, Kerouac o Ferlinghetti. Como los de las dos sucesivas «factory » de Wharhol o Giorno. Todos me recibían o me reciben con el arte y el duende con que Louise Bourgeois lo hace: sorbiendo con una paja una cocacola al baño de María en una cazuela abollada.
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Musical: La revista musical de Broadway es la parábola del principio de indeterminación. Triunfa en taquilla, tan sólo la excepción tal y como la concibe Jarry, tras la ardua selección de las primeras representaciones. La mayoría de estas producciones millonarias no superan el estreno que se celebra como ceremonia de la confusión. Pero cuando consiguen aprobar este examen, tan incomprensible como sorprendente, el vencedor puede figurar varios años en cartel y ver sus clones saltar a los escenarios mayores de las metametrópolis. Salvo caso excepcional todos los musicales, triunfen o fracasen, son espectáculos impecablemente profesionales con actores que bailan y cantan a la perfección bajo una dirección meticulosa. Los profesionales que los componen se han formado como aficionados en universidades americanas. Recintos con departamentos, academias o escuelas que suministran actores, directores, músicos y cantantes al estrecho cuadrilátero de Broadway. Así mismo forman a todos los técnicos del teatro, desde el diseñador de luces hasta el asistente de producción. Ni siquiera “las matemáticas de motivos” han dado con una ley capaz de determinar, durante los ensayos, por qué un musical gustará o no la noche fatídica. [Por cierto los sindicatos no permitirían que se explotara a uno sólo de los colaboradores de una de estas producciones haciéndoles ensayar más de cuatro semanas.] Cada vez que un musical no desaparece, como casi todos tras el descalabro inicial, se suele convertir en fenómeno sociológico. El enigma de ver aclamada esta excepción en NY suscita análisis contradictorios. Pues el musical triunfador puede surgir de un vodevil en calzoncillos o de unos poemas de Elliot.
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Jaculatorias
(eyaculaciones, del latín ‘jaculari’):
AMátenlos a todos. Dios reconocerá a los suyos”: Aranud Amalric a los soldados del Papa al asalto.
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Otro arrabalesco: Del siglo XX (o del tercer milenio) incluso la ciencia sólo puede dar una interpretación confusa.
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