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El dramaturgo Fernando Arrabal rodeado en París de las especialistas de la memoria Sophie Lamouche, Emilie Schaeffer, Carla Cialone, Lis, Laurence Imbert, Christèle Jacob e Isabel Mazier. Foto/ Godard.
Paris, N.York, B.Aires, Madrid, 15 de junio de 2008

Arrabal: De cómo la memoria del catedrático (o la del criminal) forja su identidad y su futuro.


Memoria: Facultad que determina la esencia de nuestra personalidad presente. Taller y laboratorio en los que forjamos nuestro quehacer futuro.
Todos conocemos a algún asesino doméstico que consigue borrar su crimen de sus recuerdos, para no mancillar su presente ¡y su porvenir! Todos hemos leído la historia de un ‘serial-killer’ que se llega a creer el incremento de sus horrores, para alcanzar un record de perversidad. Todos tenemos noticia del ministro o del catedrático que, se inventa una existencia ejemplar, para olvidar episodios de informalidad. Todos sabemos de notables que cancelan sus correspondencias por mail para, sin el testimonio del disco duro, fabular su presente ¡y su futuro!
Los recuerdos truncados por la confusión (o inventados por un sentimiento de culpabilidad) forman parte de nuestra memoria. Estos seudo-recuerdos como los verdaderos permiten consolidar nuestra identidad. Cada vez que nuestra memoria nos engaña, no obstante se manifiesta como la creadora de nuestro presente. Sí: la imaginación es el arte de combinar los recuerdos. Podemos inscribir en nuestra memoria recuerdos inexistentes. Este “pasado-no-sucedido” y estos inventos inconscientes nos protegen de acontecimientos pasados insoportables. La memoria determina nuestro comportamiento y crea nuestra circunstancia. Es evidente que nuestro futuro es un reflejo de nuestro pasado (con la incidencia de la confusión). Nuestros recuerdos se proyectan hacia nuestro porvenir. Cuanto más buceamos en nuestra memoria, mejor podemos imaginar escenas futuras. E incluso gracias a las tácticas latentes que nos proporcionan los recuerdos elaboramos las estrategias del futuro. Cuando el pasado desaparece por enfermedad o accidente el porvenir deja de existir. [Primer manifiesto pánico de 1963 y el del segundo milenio (“Los libros del innombrable”)].
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Jaculatorias
(eyaculaciones, del latín ‘jaculari’):
Se inscribió en ‘amnésicos anónimos’ para poder recordarlo todo con seudónimo.
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El ministro ¡lo promete! no recuerda si Dios prescribió o sugirió los diez mandamientos.
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Prueba que su tierra es superior a las demás; pero olvida que es por nacionalismo.
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Celebró sus 97 años ganando, a ciegas, a seis maestros de ajedrez, pero se dijo: “ojo con mi memoria”.
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“Gracias a la memoria no olvido lo que recuerdo”: Perogrullo
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Desde hace 53 años no tiene ningún problema con la memoria: lo olvida todo.
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“Para no perder la memoria dejé de tomar en el desayuno ‘Fósforo Ferrer’: tres cerillas con el café me hacen el mismo efecto”.
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Dios ¿es tan desmemoriado que olvidó por qué creó a la víbora?
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Para calcular su coeficiente intelectual se ha comprado un programa perfecto y fiable por 28,35 €. Pero lo perdió después de ver el resultado (que olvidó).
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Conduce el ‘Ferrari’ vertiginosamente para no recordar que lleva una semana sin dormir.
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“No lo olvides, te lo he dicho millones de veces: no exageres”.
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Recuerda la poesía de Bécquer[***] incluso si olvida que sus golondrinas son oscuras.
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Jordi Soler[**] olvidó que en 1984 inventó (en ‘El Punt’) un dialecto del esperanto.
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Al final Melville[***] no recordaba quién era Dick, quién era Moby y quién la ballena.
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Olvidó la mejor calidad de las acelgas, salvo la de carecer de escamas.
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Otro arrabalesco:
Feliz amnésico: olvidó que lo era. Amnésico infeliz: recordó que lo era.